3.6.07

La rídicula vida de Constanza: episodio 1


Lo que finalmente ocurrió con Constanza es que su vida fue demasiado ridícula; sin siquiera haberlo pensado antes, a los 15 años, mientras cursaba el secundario en un colegio de monjas, descubrió que bien podía convertirse en el foco de un documental sobre la vida de una contestataria. La vez que fue a hablar con la Hermana Consuelo y le dejó, como si se le cayera, un tampón sanguinolentamente mefítico, sobre su escritorio, sintió que había encontrado su lugar y destino.

A partir de allí, su vida fue como la luz que emite un proyector; una película sin sentido si alguien no la está viendo. Constanza se rebeló contra todo pero principalmente contra todos: la llegada de su padrino de Viedma coincidió con el descubrimiento de que las rocas que él traía, alimentando un futuro orgullo de ahijada geóloga, eran sacadas de unas tierras expropiadas a los indígenas del lugar; el ascenso de su padre en la petrolera, con el descubrimiento y la lucha incansable por el cuidado del medioambiente; el tenue interés que su hermana mostraba por los reclamos de la izquierda fue reprimido, por su parte, con una defensa de la cultura europea y religiosa, defensa que debería juzgarse más bien exaltada que adecuada.

Constanza se fue vivir sola a los 18 años en una casa que su padre, el petrolero inconsciente y, potencialmente, criminal, le compró en el barrio de Coghlan. La relación con el dinero de su padre fue equivalente a la que mantenía con los seres vivos; declamaba odio hacia ellos al mismo tiempo que se quedaba durante horas con ellos.

Lo primero que se compró Constanza para su nueva casa fue una heladera del año 60 por unos ochenta pesos en una feria de Mataderos; la puerta no cerraba, el congelador calentaba más que el resto de la heladera y las pequeñas puertas del costado de la heladera no abrían. Cuando inauguró su casa, con una fiesta en la que abundaron el alcohol y las drogas blandas, se quejó con todos los asistentes, incluso con quienes no había nunca conocido, de lo mal que andaba su heladera, de lo desesperante de la pobreza y de sus nuevas experiencias como mujer dueña de una casa.

Luego de abandonar cuatro o cinco carreras, todas del “área humanista”, Constanza se dedicó a estudiar matemática teórica; de alguna forma, había encontrado algo tan perfecto que ni siquiera ella podía culparlo de algo; si Constanza hubiera vivido más tiempo, habría podido descubrirse si esa fue la razón por la cual dedicó sus últimos años a la disciplina o si era porque conservaba la esperanza de encontrar una veta de desgaste
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buen relato PH!

como siempre le he dicho usté está del moño y su nuevo blop da muestras de ello.

pasaré seguido por aqui.

saludos.