29.6.07

Como rompen las pelotas los franceses o cómo casi ayer me voy de putas

Ayer tendría que haber llamado a dos putas. Lo más curioso de todo es que la idea se me ocurrió únicamente cuando terminé de leer La Posibilidad de una Isla.

Leer Houellebecq es una experiencia bastante extraña: se deja leer, es, a veces, entretenido y uno se enoja mucho con el personaje, Daniel1. El punto es por qué uno se enoja con Daniel1. Supuestamente, Houellebecq es una especie de niño malo de la literatura francesa, un provocador, un polemista, un inteligente defensor de la derecha política.

Y claro, todos esos motes hacen pensar que es lógico pelearse con el autor; eso es lo que lleva a que todos quieran leer a Houellebecq como el signo de disconformidad, de rebeldía frente a la cultura occidental-liberal, si es que algo más o menos inteligible como eso existe. Sin embargo, pelearse por eso es una estupidez. Hay algo mucho peor que ser un tipo de derecha.

La verdad es que una sola vez fui de putas, aunque varias veces fui a cabarulos de muy diversa índole. Nada demasiado interesante, salvo, quizás, el retorno a la efervescencia adolescente; porque hay que reconocerlo: ir a un cabarulo es una actividad que rara vez se hace de manera solitaria; al menos, hacerlo de esa forma equivale a hacerse consciente de que uno tiene un par de problemas. Problemas son los que tiene Houellebecq.

¿Dónde reside exactamente la rebeldía, el carácter contestatario de su prosa? Alguien me lo podría decir? Yo no lo veo. Para mí que no está; para mí que es una mentira que sea un contestario lúcido. Y esto por dos cosas.

Cosa1:
El discurso de Daniel 1 es exactamente igual al discurso de mi abuela; mi abuela no entiende Internet, mi abuela no entiende por qué en el programa de Tinelli hay tantas tetas, mi abuela no entiende qué tiene de interesante Gran Hermano. Mi abuela no extrae muchas conclusiones de acá más que “bueno, el mundo cambió.” En cambio, para Daniel1, el mundo no solo cambió sino que cambió para peor. El pasado era mejor, como diría exactamente Abe Simpson. Y no cualquier pasado, sino el pasado que él mismo vivió.
Una de las partes más aburridas de La posibilidad de una Isla es cuando el clon de Daniel1, Daniel25 descubre viejos restos de la civilización humana que desapareció hace un milenio, la misma humanidad en la que vivió Daniel1.
“Luego emprendí una exploración completa del castillo, donde descubrí numerosos objetos de fabricación humana, algunos de ellos en buen estado de conservación. Todos los que incluían componentes electrónicos y pilas de litio destinadas a conservar los datos durante los cortes de corriente se habían deteriorado irremediablemente con el paso de los siglos; así, dejé a un lado los teléfonos móviles, los ordenadores, las agendas electrónicas. Por el contrario, aquellos aparatos que sólo constaban de piezas mecánicas y ópticas habían resistido muy bien en su mayor parte.”
Es decir, el mundo cambió para peor (Objetivamente, esa es la ridiculez, no está la ridiculez en el canto elegíaco, sino en dotar a eso de objetividad (Comparar con, por ejemplo, Roth, Philip: Elegía)).
Pero, claro, ahí no termina la cosa, sino no habría cosa2; la cosa 2 tiene que ver con el papel Histórico que se adjudica Daniel1 en la evolución.

Cosa2
No sé nada de darwinismo y de teoría evolucionista pero tengo un amigo que tiene muchos libros (diría yo, demasiados) sobre el tema y pueden preguntarle a él. Pero no tengo duda que Darwin nunca pensó que la evolución era un proceso que se producía rápidamente; es decir, un individuo de una especie no puede contemplar como su especie se modifica para poder sobrevivir. Houellebecq, que rompe tanto las pelotas a lo largo del libro con la evolución parece, no sé si olvidarse pero sí no preocuparse por esta cláusula empírica.

Ir de putas es más bien triste si el camino no está regado pro demasiado alcohol o demasiadas drogas; enamorarse de una puta no es tan triste como preocupante.

Daniel1 no sólo es el protagonista de La posibilidad de una isla sino que también es el protagonista del comienzo del cambio irreversible del mundo; cambio que culminará con la destrucción de la humanidad y el surgimiento de los neohumanos. Y de alguna forma lo que cuenta la novela es la transición de un tipo que no entiende mucho por qué tiene que haber una transición al tipo que la entiende: y la entiende por qué el mundo actual, en el que vive, es una mierda que inexorablemente tiene que llevar al fin de la humanidad. Digamos que ahí está la parte conservadora de Houellebcq; ¿pero dónde está lo interesante de esa parte conservadora?

La única respuesta que se me ocurre es que lo interesante parece estar en la crítica de lo actual, motivada más que nada por ser actual. Pero

¿Dónde está la novedad, la rebeldía, la denuncia airada de esto?

Un hombre de la prehistoria escribe en su cueva que los tiempos que vive son terribles mientras por la puerta de la cueva aparece el ojo de un dinosaurio. Él también hace una denuncia. ¿Qué es La Divina Comedia sino el paraíso de un resentido que manda a todos a los que odia a distintas capas del infierno? En uno de los recintos del noveno círculo del Infierno está fray Alberigo, señor de Faenza; ochocientos años después; quién carajo es? Bueno, de lo que no se da cuenta Houellebecq es justamente de eso; que no se puede ver cómo cambian las cosas. Que los cambios, al menos, los verdaderamente más importantes son a largo plazo. Y en el largo plazo, como diría Keynes, estamos todos muertos.

Y una última cosa. La inmortalidad que alcanza Daniel1 es llamada ridículamente inmortalidad: supuestamente, todos están contentos porque como podés clonar tu código genético y generar un nuevo ser, sos inmortal. Pero eso no es así. En ningún punto es así. La inmortalidad no es clonarte; la inmortalidad es no morirte.

4 comentarios:

Libelula de Acero dijo...

Estoy con rodrigo eh?

Anónimo dijo...

Me calienta en el sentido de que usted me genera eso.

Pero tampoco quiero quedar como un perverso. ¿Entiende?

Anónimo dijo...

De Houllebecq sólo leí Las partículas elementales y Ampliación del campo de batalla. Ambos libros me gustaron. Me dejé envolver en la atmósfera sórdida que inspiran. Y me acerqué a él justamente porque se supone que es el enfant terrible de la literatura francesa.

Por lo que comentás de La posibilidad de una isla, parece que a Houllebecq le gusta esto del fin del mundo, el fin de la humanidad y lo miserables que somos todos los humanos. Tal vez, su rebeldía esté en la visión cínica y apocalíptica que tiene de nuestra forma de vida. A mí me gustaron los libros de él que leí.

Después, el tema de la compresión temporal que tanto te inquieta, esos cambios que nunca veremos porque estaremos muertos, supongo que es igual que en las películas donde todo acontece ridículamente en menos de dos horas. Es un recurso inevitable para narrar. Pero para saber de los cambios que operaron en el mundo y que seguirán operando se puede leer algo de historia o acercarse a alguna filosofía que se refiera a los ciclos.

Con lo de la inmortalidad estoy de acuerdo si se trata de la inmortalidad del cuerpo. Muchas personas alcanzaron la inmortalidad gracias a que hicieron grandes cosas. Algunos prefieren llamarle trascendencia.

Y -lo último, una boludez- el ser humano nunca conoció a los dinosaurios. Pertencieron a eras geológicas distintas.

Perdón por extenderme. Tenía cosas para escribir.

Fla dijo...

Encontre este seudo ensayo en la red, a modo accidental. Buscando la perra pelota del mundial 1998 de la France. Y por aca quede... no puedo explicar la satisfacción que me produjo encontrar algo asi, vaya uno a saber por donde andan estas mentes pululando con semejantes ideas, pero si señores, las hay y definifivamente Facundo vos sos uno, mis felicitaciones por la critica.Estoy que estallo de aguantar a los pensadores, escritores, ensayistas, improvisados escritores que me tienen hasta la coronilla. Lo digo como editora, esto vale más que todos los pedorros que escriben en papel y hay densos que pagan por ello.. jajaja